[…] IV –Esperanza en la verdadera vida.
La liturgia de este domingo nos incentiva a que vivamos de acuerdo con nuestra fe, en coherencia con los principios de la Religión. A no orientar nuestra conducta buscando obtener riquezas, elevada posición social, amistades terrenas o cualquier otro bien de este mundo, ignorando cuán efímeros son los beneficios que todo eso proporciona.
Al tener siempre en vista que nuestro fin último
no se cumple aquí en la tierra, y que en la eternidad, para la cual nacimos, sólo
valen los méritos espirituales.
Para quien se salva, la verdadera vida comienza
después de la muerte. Por esto la Iglesia celebra la fiesta de un santo en el día
de su nacimiento para el Cielo. Debemos, por tanto, a imitación de los santos,
aceptar todos los sufrimientos, rechazos y humillaciones que la práctica de la
virtud nos imponga en este valle de lágrimas, seguros de que ellos se
transformarán en gloria cuando nos encontremos en la visión beatífica.
En resumen, el Evangelio de este domingo nos da
la siguiente lección: el hombre vale en la medida en que esté dispuesto a
enfrentar el dolor por amor de Dios. La vida en esta tierra está llena de
dificultades y sufrimientos; si los abrazamos con amor, ellos vendrán
acompañados de una suave alegría, engrandecerán nuestros corazones y nos
prepararán para el Cielo; si por el contrario, nos dejamos arrastrar por las
pasiones, nuestra alma insatisfecha y degradada habrá iniciado las vías del
infierno.Mons. Joao Clá Dias, EP
Por consiguiente, en unión con Nuestro Señor Jesucristo,
abracemos decididamente nuestra cruz y sigamos el Divino Maestro rumbo a la
gloria de la eternidad, donde no habrá siquiera sombra de padecimiento, sino sólo
la felicidad total e imperecedera: ¡“Por
crucen ad lucem”!
En los períodos de probaciones, refugiémonos
junto al Santísimo Sacramento, y recurramos a la Virgen Santísima, invocándola
por medio de la recitación del Rosario, confiados en que, finalizada la noche
oscura, renacerá con mayor esplendor el sol de la consolación espiritual.
Texto completo: Comentário ao Evangelho XXII Domingo do Tempo Comum – Ano A – Mt 16, 21-27
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