Dios usa de longanimidad para con nosotros, conforme a las palabras de San
Pedro: "El Señor pacientemente os aguarda, no queriendo que nadie perezca
sino que todos se arrepientan" (II Pd 3, 9). Él da tiempo de sobra para abonar y regar la tierra, es decir, para que las personas se conviertan.
Sin embargo, los terribles efectos de la justicia divina nos invitan a examinar
a fondo nuestra conciencia, para saber si estamos cumpliendo nuestros deberes
de cristiano, asumidos en el Bautismo. La invitación a la conversión presentada
por este pasaje del Evangelio significa caminar hacia la perfección, excluyendo
cualquier apego al pecado, pues el bien sólo podrá nacer de una causa íntegra.
[22]Estemos, pues, conscientes de la necesidad de una continua y auténtica conversión una vez que, la búsqueda de Dios exige del hombre todo el empeño de su inteligencia y la rectitud de su voluntad para corresponder a la gracia, sin la cual nada podemos hacer.
Y, si por desgracia, hemos incurrido en muchas faltas, no nos olvidemos que la Santísima Virgen y nuestro Ángel de la Guarda están rogando siempre por nosotros, para que Dios nos conceda una nueva oportunidad.
Lo mismo hacen los bienaventurados, según afirma San Agustín al comentar esta parábola: "Todos los santos son como viñadores que interceden por los pecadores ante el Señor". [23]
Esta liturgia -que nos advierte con tanta seriedad, pero también nos alienta a tener una inquebrantable confianza en la misericordia divina- es apropiada para conducirnos, como dijimos, a un exhaustivo examen de conciencia.
Aprovechemos entonces este domingo para pedir la gracia de romper completamente con el mal. Lo que Jesús esperaba y hasta se quejaba de su pueblo, tal como se refleja en el Evangelio de hoy, es exactamente lo que Él quiere de cada uno de nosotros. Es decir, una gran virtud de penitencia y espíritu de compunción, necesarios a todos los que no vivieron una perfecta inocencia.
Este dolor de los propios pecados, cuando redunda en una contrición perfecta, produce bellos y abundantes frutos, como la plena remisión de nuestras culpas y de las propias penas temporales, y también un considerable aumento de la gracia santificante que hace que el alma avance rápidamente por los senderos de la santificación. Además de gran paz interior, esa contrición mantendrá el alma en estado de humildad, purificándola y ayudándola a mortificar sus desordenados instintos. Allí está un gran medio para adquirir fuerzas contra las tentaciones y garantizar la perseverancia en la fidelidad a los Mandamientos.
Jesús predica la parábola de la higuera |
¿Reaccionamos nosotros de la misma manera o imploraremos, por medio de María, este verdadero don de Dios, que es la contrición perfecta?
He aquí lo que comenta Didon acerca del pecaminoso rechazo del pueblo elegido: "El fruto que Dios esperaba y reclamaba de su nación elegida era la penitencia y la fe; la penitencia que llora las infidelidades y las faltas, la fe que acepta la palabra de vida y da acceso al Reino mesiánico”
"Desde la primera hora de su vida pública, Jesús no cesó de recordar estos grandes deberes. Pero, aparte de algunos elegidos, ninguno responde; en lugar de golpearse el pecho, los jefes religiosos no hablan más que de su justicia; en lugar de creer en el enviado, lo combaten, lo persiguen, lo difaman, lo amenazan y lo anatematizan. La venganza de Dios se acerca, lista para reventar, si el enviado desconocido no suspende su explosión; esta raza ciega mal lo imagina, se embarca en ilusiones fatales que la palabra de Jesús no consigue disipar, adormece en las promesas de Dios, sin pensar que su endurecimiento hace estériles esas promesas y provoca la cólera celeste. Los milagros no pueden más sobre ella que la palabra. "Arrancan a la multitud algunos gritos de admiración, pero escandalizan a la clase dirigente que no cesa de oponer al Profeta las vanas observancias de su culto". [24]
Una vez más, podemos preguntarnos: ¿nosotros, reaccionamos de igual modo? ¿O sacaremos todo el provecho, no sólo de esta Liturgia, sino de toda la Cuaresma?
(CLÁ DIAS EP, Mons. Joao Scognamiglio. In: “Lo inédito sobre los Evangelios” Vol. III, Editrice Vaticana)
[22] Cf. SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica, I-II, q.18, a.4, ad.3.
[23] SAN AGUSTÍN, apud MALDONADO, SJ, op. cit., p.619.
[24] DIDON, Jesus Christo. Porto: Chardron, 1895, v.II, p. 321-322.
Texto completo en: Comentário ao Evangelho 3º Domingo da Quaresma Lc 13, 1-9 AnoC