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jueves, 15 de noviembre de 2018

Comentario al Evangelio del Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario –Ciclo B- (domingo 18 de noviembre) por Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP*

[…] III - No debemos buscar las glorias de este mundo como un fin
El pueblo elegido esperaba a un Mesías con las glorias de David llevadas al auge. De ahí surgiría un pleno dominio social, político, religioso e incluso financiero sobre todos los demás pueblos. Ahora bien, Jesús se refiere a sí mismo como el Hijo del Hombre, para combatir esta mala tendencia en aquellos que tanto amaba. La Sagrada Escritura usa muchas veces esa expresión. Por ejemplo, el profeta Ezequiel, resaltando su humilde condición de criatura con todas sus debilidades, por 93 veces se autodenomina "hijo del hombre".
Pero no siempre las glorias de este mundo significan condenación eterna. Se puede decir también lo contrario, o sea, no siempre los fracasos durante la existencia terrena importan en la gloria beatífica en la otra vida.
Ante esta realidad, ¿qué otra enseñanza debemos extraer de la liturgia de este domingo?
Además de estimularnos a la vigilancia, a fin de estar preparados para el día de nuestro encuentro con el Supremo Juez –que sea tan pronto después de nuestra muerte, o en el Valle de Josafá-, Jesús, al haber abrazado el aparente fracaso de la Cruz, nos da una divina lección. No debemos buscar las glorias de este mundo como un fin último. Triunfo o derrota, placer o dolor, riqueza o miseria, y así sucesivamente, poco importan. "Cualquiera sean los medios, nuestro único objetivo debe ser el de hacer la voluntad de Dios a nuestro respecto, y ahí sí, ir al encuentro del" Hijo del Hombre venido sobre las nubes con gran poder y gloria "(v 26).
(Mons. João Scognamiglio Clá Dias in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen II Librería Editrice Vaticana)
* Fundador de los Heraldos del Evangelio
Texto completo en:  Comentario al Evangelio del Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario –Ciclo B- por Mons. JoãoScognamiglio Clá Dias, EP
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Evangelio según san Marcos (13,24-32) Domingo XXX del Tiempo Ordinario:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.»

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