Aunque hayamos
nacido en una familia cristiana, haber sido educados religiosamente, estar
viviendo en una sociedad con raíces católicas, eso no nos dispensa de “renovar
la elección de ser cristianos, es decir, dar a Dios el primer puesto, frente a
las tentaciones que una cultura secularizada propone continuamente, frente al
juicio crítico de muchos contemporáneos” (Benedicto XVI, 14.02.2013).