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viernes, 25 de octubre de 2024

Comentario al Evangelio – Domingo XXX del T.O. (Ciclo B) por Mons. João S. Clá Dias, EP

La humanidad necesita volver urgentemente a la Santísima Virgen.

 Un ciego de Dios ignora el poder de Jesús.

A Bartimeo le faltaba uno de los elementos esenciales para enriquecerse, por esto cayó inevitablemente en la pobreza pasando a vivir de las limosnas. Para los ciegos de Dios, sin embargo, es posible hacer una fortuna; pero desde este punto de vista, es aún más lamentable: cuando sus ojos carnales se cierren definitivamente a la luz del día, los espirituales se abrirán inmediatamente, pero qué tarde será para ver la gran dimensión de su verdadera miseria en todo su horror. Y, ojalá no sea ese el momento de su desesperación.

Como vemos por el relato de Marcos, el ciego al saber que por allí pasaría Jesús, se puso a gritar lleno de alegría y esperanza, porque creía en el poder del Maestro de curarlo. Un ciego de Dios ignora por completo este poder. Incluso el hecho de que, a lo largo de la historia, Jesús haya iluminado a estos o aquellos pecadores, hasta los más empedernidos, llevándolos a la conversión, no significa nada para las personas en las que la luz de la fe se apagó. […]

Imitar la actitud de Bartimeo

Tengamos como seguro este principio: siempre que un ciego de Dios abraza el camino de la conversión, "la multitud" intenta disuadirlo de proseguir, haciendo todo lo posible para crearle obstáculos.

Desgraciadamente, a esa "multitud" de mundanos se asocia la multitud de sus propios pecados y pasiones, para hacerlo silenciar. También aquí es oportuno imitar la actitud de Bartimeo, es decir, no sólo no ceder a las presiones, sino por el contrario, redoblar en ardor, esperanza y deseos. De esta forma, no tardará en comprobar la realidad de la convicción del Apóstol: "Todo puedo en Aquel que me conforta" (Flp 4, 13).

"¡Señor, que yo vea!", debe ser el pedido de quien esté inmerso en la tibieza y sobre todo de quien es ciego de Dios. Bartimeo no pidió la fe, porque ya la poseía. Su ceguera era simplemente física.

Examinemos nuestras necesidades espirituales y pidamos todo a Jesús. Sin dudar, aguardemos incluso el milagro, pues Él nos asegura: "Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, yo lo haré" (Juan 14, 13).

La fe se va convirtiendo en el privilegio de minorías

El número de los que sufren de ceguera física, en el mundo, es insignificante, en comparación con los ciegos espirituales. La ceguera de corazón alcanza una cantidad alarmante de personas en nuestros días. La fe se va convirtiendo en el privilegio de las minorías. Hay ciegos no sólo en los caminos de la salvación, sino incluso en las vías de la piedad. Estos llevan una vida pseudo tranquila, sumergidos en los peligros de la tibieza; cometen faltas, pero consiguen muchas veces, a través de innumerables sofismas, adormecer sus conciencias, no experimentando más los benéficos remordimientos. Se confiesan por pura rutina, comulgan sin dar el debido valor a la sustancia del Sacramento Eucarístico, rezan sin devoción...

Y, -¿quién diría? - hay ciegos entre los que abrazaron el camino de la perfección, pero dejaron de aspirar a ella, contentándose con una espiritualidad mediocre, escuálida e infructuosa. Ellos no hacen nada para alcanzarla, buscándola donde ella nunca se encuentra.

Monseñor João S. Clá Dias, EP

Pureza de corazón

En fin, para no ser ciego de Dios, hay que ser puro de corazón. Una de las principales causas de la ceguera de nuestros días es la impureza. Nuestro Señor dice en el Sermón de la Montaña: "Bienaventurados los puros de corazón, porque verán a Dios" (Mt 5, 8).

No se trata exclusivamente de la virtud de la castidad sino también, mucho de la recta intención de nuestros deseos. Tanto una cuanto la otra se hacen raras a cada nuevo día, en esta era de progresiva ceguera de Dios…

Estas son algunas de las razones por las que la humanidad necesita volver urgentemente a la Santísima Madre de Dios, presentando por medio de Ella, al Divino Redentor, el mismo pedido de Bartimeo: "¡Señor, que yo vea!"

Fuente: Monseñor João S. Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen II, Librería Editríce Vaticana.

Monseñor João S. Clá Dias, EP es fundador de los Heraldos del Evangelio.

Se autoriza su publicación citando la fuente.

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