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jueves, 26 de marzo de 2020

Comentario al Evangelio del V° Domingo de Cuaresma (domingo 29 de marzo) por Mons. Joao S. Clá Dias, EP


[…] A diferencia de otras tumbas, la de Lázaro era excavada en roca no en sentido horizontal, sino en el suelo y verticalmente. Para llegar al lugar donde habían depositado el cuerpo de Lázaro, era necesario descender un buen número de escalones. Entorno al sepulcro, estaban todos con grandes expectativas, porque los antecedentes pronosticaban un acontecimiento portentoso.

viernes, 20 de marzo de 2020

Comentario al Evangelio IV° Domingo de Cuaresma o Domingo de la Alegría por Mons. Joao Clá Dias, EP



[…] Dejemos las tinieblas de este mundo.

Lo medular de este Evangelio nos es sintetizado por San Pablo en su Epístola a los Efesios, también sugerida a nuestra consideración en este domingo de la alegría: “Antes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor” (Ef 5, 8).

jueves, 12 de marzo de 2020

Comentario al Evangelio III° Domingo de Cuaresma –Ciclo A- (domingo 15 de marzo) por Mons. Joao S. Clá Dias, EP

Jesús con la samaritana junto a la fuente
[…] Conclusión –

La samaritana, a pesar de no tener una vida de virtud y de ser una extranjera con todas las implicaciones de la Ley, poseía un alma penetrada por una conmovedora simplicidad, verdaderamente cándida. Un modo de ser humilde y desprendido. Respetuosa de sus obligaciones y conocedora de los principios y tradiciones de su religión. Su conversación elevada y sincera, como cuando manifestó cuanto creía en Jesús. Estas cualidades atrajeron el amor del Redentor y lo hicieron ir en búsqueda de la oveja perdida.

jueves, 5 de marzo de 2020

Comentario al Evangelio II° Domingo de Cuaresma (domingo 8 de marzo) por Mons. Joao S. Clá Dias, EP


[…] Conclusión.

“Soy demasiadamente grande, y mi destino por demás noble, para que que yo me torne esclavo de mis sentidos” [12]. Esta fue la conclusión a la cual llegó Séneca por mera elaboración filosófica, sin tener la menor revelación de de algo análogo a la Transfiguración del Señor. En el Tabor, Jesucristo va mucho más allá: en su divina didáctica, nos hace conocer una parcela de su gloria en los reflejos de la claridad propia a su cuerpo después de la Resurrección.