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viernes, 31 de julio de 2020

Comentario al Evangelio – XVIII Domingo T.O. (domingo 2 de agosto) por Monseñor Joao Clá Dias, EP


[…] El ilimitado amor de Dios nos llena de confianza.

La Liturgia de este domingo nos debe estimular a una confianza extraordinaria en la Providencia, pues, una vez unidos a Jesús, podemos decir con San Pablo, en la segunda lectura de este día: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación? ¿Angustia? ¿Persecución? ¿Hambre? ¿Desnudez? ¿Peligro? ¿Espada? ¡En todo esto, somos más que vencedores, gracias a Aquel que nos amó! Tengo la certeza de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los poderes celestiales, ni el presente ni el futuro, ni las fuerzas cósmicas, ni la altura, ni la profundidad, ni otra criatura cualquiera, será capaz de separarnos del amor de Dios por nosotros, manifestado en Cristo Jesús, Nuestro Señor” (Rm 8, 35.37-39). El Apóstol, que ya pasó por todas esas probaciones, conservaba la fuerza de alma, el celo apostólico y el fuego para desear conquistar el mundo porque sentía el amor de Dios incidir sobre él. Si consideramos que el Padre promovió la Encarnación de su Unigénito, igual a Él, en nuestra miserable naturaleza, para sufrir indeciblemente y obtenernos la salvación, tendremos una idea de la magnitud de este amor.

jueves, 23 de julio de 2020

Comentario al Evangelio – XVII Domingo T.O. (domingo 26 de julio) por Mons. João Clá Dias, EP

Las parábolas sobre el Reino […] IV – La parábola de la red.

“El Reino de los Cielos es también semejante a una red lanzada al mar, que captura todo tipo de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan para fuera y, sentados en la playa, eligen los buenos para los cestos y desechan los malos. Así será al fin del mundo: Vendrán los ángeles y separarán los malos de los justos, y los lanzarán en la hornalla de fuego. Allí habrá llanto y rechinar de dientes”.

viernes, 17 de julio de 2020

Comentario al Evangelio – XVI Domingo T.O. (domingo 19 de julio) por Mons. João Clá Dias, EP*

[…] IV – La parábola del fermento.

33 Les dijo otra parábola: “El Reino de los Cielos es semejante al fermento que una mujer mezcla en tres medidas de harina hasta que todo está fermentando”.

Ciertos antiguos y conceptuados comentaristas juzgaron erróneamente, que esta parábola es una repetición de la anterior [del grano de mostaza]. Ellas tienen mucha afinidad entre sí, pero aquí Jesús tiene otro objetivo: “hasta que todo esté fermentado”. No se trata, por lo tanto, de la mera unión de la harina con el fermento, sino de la fuerza y del vigor en la capacidad de acción del elemento menor sobre el mayor. Del mismo modo el Reino de los Cielos tiene esta intensidad de penetración y transformación de las almas, fermentándolas con las enseñanzas evangélicas.

jueves, 9 de julio de 2020

Comentario al Evangelio – XV Domingo T.O. (domingo 12 de julio) por Mons. João Clá Dias, EP


[…] III – El alma que dio frutos en la plenitud

¿Quien oyó y comprendió por entero esta parábola sino María Santísima, la cual ciertamente de ella tomaría conocimiento con admiración y amor insuperables? Al hablar de “tierra fértil” y en semilla que produjo ciento por uno, sería muy comprensible que Jesús estuviese pensando en su Inmaculada Madre, la tierra fertilísima por excelencia para hacer germinar la semilla divina en la plenitud.

jueves, 2 de julio de 2020

Comentario al Evangelio – XIV Domingo T.O. (domingo 5 de julio) por Monseñor João Clá Dias, EP


[…] III – ¡Entremos a la escuela de la santidad!

Es necesario, evitar en constituir como falsos dioses la técnica, la salud, el dinero, los estudios o las capacidades personales. ¡Nada de idolatría y de orgullo! Quien establece divinidades para sí, olvidándose del Dios único, se torna ciego de Dios.  Este mal es peor que la pérdida de la vista, porque el que lo padece termina por no entender las verdades que el Padre sólo revela a los pequeñitos. ¿De qué le sirve a alguien participar de una carrera, habiéndose preparado para alcanzar la máxima velocidad, si, cuando el árbitro toca el silbato, avanza con toda rapidez fuera de la pista y en la dirección equivocada? Así sucede con el desventurado que se presenta al Supremo Juez -¡aunque fuese con las manos vacías!- con las manos sucias de orgullo e idolatría.