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jueves, 9 de julio de 2020

Comentario al Evangelio – XV Domingo T.O. (domingo 12 de julio) por Mons. João Clá Dias, EP


[…] III – El alma que dio frutos en la plenitud

¿Quien oyó y comprendió por entero esta parábola sino María Santísima, la cual ciertamente de ella tomaría conocimiento con admiración y amor insuperables? Al hablar de “tierra fértil” y en semilla que produjo ciento por uno, sería muy comprensible que Jesús estuviese pensando en su Inmaculada Madre, la tierra fertilísima por excelencia para hacer germinar la semilla divina en la plenitud.

Toda la vida de la Santísima Virgen fue un contínuo sí a la voluntad de Dios. Cuando Él la inspiró a hacer el voto de virginidad, Ella accedió con todo entusiasmo.  Al serle anunciada la Encarnación del Verbo, su respuesta fue: “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38), y la Palabra se hizo carne en esta tierra inmaculada. Al oír de los pastores lo que los ángeles le habían comunicado, Ella guardó y confirió en su corazón todas estas palabras (cf. Lc 2, 51). Y lo mismo hizo durante toda la vida con todo cuanto los adorables labios de su Divino Hijo profirieron, hasta el “¡Consummatum est!”

Constata el padre Garrigou-Lagrange, escribiendo con fervor marial: “Es consolador pensar que hay un alma que recibió plenamente todo cuanto Dios le quería dar y nunca impidió que el esplendor de la gracia alcanzase las demás almas. Existe un alma absolutamente perfecta, la cual sin obstáculo alguno, dejó manar en sí misma el río de vida divino, que nunca estuvo un instante siquiera debajo de aquello que de Ella Dios deseaba”. [11]

Mons. Joao Clá Dias, EP

¡En fin, el Corazón Inmaculado de María Santísima es un Evangelio vivo, cuyas maravillas aún están para ser conocidas!

Roguemos a Ella, protectora por excelencia de todos cuantos quieren oír y poner en práctica la palabra de Dios, la gracia de no dejarnos ninguna semilla que hayamos recibido, sin producir todos los frutos esperados por el Creador.

 [11] GARRIGOU-LAGRANGE, OP, Reginald. El Salvador y su amor por nosotros. Madrid: Rialp, 1977, p.477.

Texto original en: Comentário ao Evangelho – Mt 13, 1-23 – XV Domingo do Tempo Comum – Ano A

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