¡Ay de quien
escandalice!
El Divino Maestro nos muestra como no se puede hacer la mínima concesión al mal, porque para conquistar el Cielo es preciso ser íntegro en la práctica del bien. […]
La obligación del
buen ejemplo
La
conclusión del Evangelio de este domingo nos lleva a comprender que, así como
no podemos causar escándalo –sobre todo a los pequeños-, en sentido contrario,
tenemos la obligación de edificar al prójimo. Y como reparación por los
innumerables escándalos que observamos, debemos vivir dando buen ejemplo a
todos, practicando el esfuerzo de hacer todo aquello que pueda tornarnos modelos
de santidad para los que con nosotros conviven.
Porque
son los ejemplos que arrastran y motivan a recorrer el mismo camino. No es por
otro motivo que la Iglesia nos presenta la vida de los santos como modelo a
seguir. En cada momento, todo hombre está influenciando a su prójimo o
recibiendo su influencia. Está siendo para él ora pastor, u oveja; el maestro,
el discípulo; continuamente dando y recibiendo algo. Es el principio de la
Comunión de los Santos, por donde cada acto nuestro repercute en el Cuerpo
Místico de la Iglesia. En ese sentido, nada en nuestra vida es neutro: ¡todo
pesa para bien o para mal!
¿Qué me impide
practicar la virtud?
Frente
a una liturgia que nos exhorta a rechazar todo cuanto nos puede apartar de Dios
y nos estimula a edificar al prójimo, no es descabellado proponer un pequeño
examen de conciencia.
¿Qué
me impide practicar con integridad la virtud? ¿Qué apegos materiales me empujan
a tomar en consideración mucho más las cosas humanas que las divinas? ¿Qué me
lleva a cerrarme sobre mí y, por tanto, a no pasar la prueba de esta vida, cuyo
desenlace será el premio o el castigo eterno? ¿Hay algo que me arrastra al
pecado con frecuencia o revela en mí defectos de alma como caprichos,
comparaciones, envidias, impureza o el apego al dinero? ¿Qué debo cortar para
salvarme?
Y,
luego de analizarnos, precisamos pedir la gracia de tener el coraje de actuar
con prontitud, porque sin el auxilio de Dios no es posible practicar los
Mandamientos de forma estable, menos aun con perfección.
Mons. João S. Clá Dias, EP |
En la Santísima
Virgen encontraremos la fuerza para cambiar
En
la Liturgia comentada hoy, no es mencionada la Virgen. Sin embargo, es Ella a
quien debemos dirigir nuestras miradas, porque como afirma San Bernardo en la
oración del Memoràre. Ella jamás abandona a quienes recurren a su maternal
protección.
Por tanto, conscientes de nuestra miseria, pidamos a María Santísima, diciendo: "¡Oh Madre, ten misericordia de nosotros!” “Danos la gracia de tener en el corazón la alegría de practicar la Ley de Dios en su integridad" ¡Y como Dios desea nuestra plena santificación, estemos seguros de ser atendidos con sobreabundancia! ◊
Fuente:
Monseñor João S. Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen II,
Librería Editríce Vaticana.
Monseñor João S. Clá Dias, EP
es fundador de los Heraldos del Evangelio.
Se autoriza su publicación
citando la fuente.
Ilustración superior: Nuestro Señor Jesucristo orando en el Huerto de los Olivos
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