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jueves, 22 de diciembre de 2022

Comentario al Evangelio de Navidad (Ciclo A) - por Mons. João Clá Dias, EP

 Dios se hizo accesible e imitable

Nos enseña la Filosofía que nada existe en nuestra inteligencia que no haya pasado antes por los sentidos. Por eso tenemos una gran dificultad para conocer a Dios. Las mismas parábolas del Divino Maestro buscan relacionar las doctrinas con figuras e imágenes, para hacer accesible al espíritu humano la asimilación de un universo de principios éticos, morales y religiosos. El hombre necesita del conocimiento concreto para comprender lo espiritual. La Epístola de hoy [Nacimiento del Señor] nos revela el gran milagro realizado por la Providencia, en aquella Noche Feliz:

“Dios, habiendo hablado otrora muchas veces y de muchos modos a nuestros padres por los profetas, en estos días que son los últimos, nos habló por medio de su Hijo”  (Heb 1, 1-2).

Repasemos todos los consejos y consideraciones descritos en el libro de la Sabiduría, o en el Eclesiástico, y no veremos nada que se compare con la contemplación del Niño-Dios reclinado en el Pesebre. Deducir las aplicaciones derivadas de la Ley Moral escrita en piedra no es fácil para el espíritu humano, y menos aún para concebir la imagen de Dios. Sin embargo, al hacerse hombre, Dios se hizo accesible e imitable.

En la noche más feliz de la historia, los atributos de Dios se volvieron menos impenetrables para nosotros. Jesús, además de expresar la grandeza de su omnipotencia, elevando al hombre a la divinización por la gracia, podría decirse que era impecable:

"¿Quién de ustedes puede acusarme de pecado?" (Juan 8, 46). Sólo en Él fue posible contemplar la grandeza absoluta en completa armonía con la plenitud de la sencillez y la humildad.

Todos estos dones iniciaron su recorrido en la Gruta de Belén, traídos por el Niño-Dios, cubiertos no sólo por el manto estrellado de la noche, sino también por un velo de misterio. Sufre frío, llora y, sin embargo, es supremamente feliz. Frágil y casi pobre, sin embargo, está redimiendo al mundo entero. Todavía no está en pleno uso de sus sentidos, pero se deleita en el disfrute de la visión beatífica. Todo esto “porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3, 16).

Adoremos a Aquel que nos amó y redimió

En esa bendita noche, cuando nos encontramos con un Niño y Dios al mismo tiempo, la ternura y la veneración se unen en nuestras almas en un acto de adoración a Aquel que nos creó y nos redimió. La consideración de la grandeza generosa de este amor divino que asume las insuficiencias de nuestra naturaleza, predisponiéndose a sufrirlo todo, sacrificándose hasta la muerte en una cruz por el deseo de hacernos el bien, saca de nosotros -a pesar de nuestro mal- los actos más grandes de gratitud y reciprocidad.

Ese niño indefenso crecerá y, ya adulto, mostrará su bondad a todos, caminando por las plazas y calles de las innumerables ciudades de su país, sanando a los enfermos, devolviendo el caminar a los paralíticos, la voz a los mudos, el oído a los sordos, vida a los cadáveres. Siempre reportándose al Padre, sin dejar nunca de perdonar a nadie sus pecados, dulce y afable con sus discípulos, nunca salió de los límites de su pobreza y humildad.

Conclusión

Juan da testimonio de Él y clama: ‘Este era aquel de quien yo dije: El que ha de venir después de mí es mayor que yo, porque existió antes que yo. Todos participamos de su plenitud y recibimos gracia sobre gracia; porque la Ley fue dada por Moisés, pero la gracia y la verdad fueron traídas por Jesucristo'" (vv. 15-17).

Con los ojos fijos en el Niño Jesús, y por intercesión de María y de José, demos gracias por los innumerables beneficios que nos ha llegado e infundido aquella "Bendita Nox", e imploremos la gracia de la santidad. Así, libres de todo pecado, pasemos no sólo una noche, sino una eternidad feliz. .

Fuente: Monseñor João S. Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen I, Librería Editrice Vaticana.

Monseñor João S. Clá Dias, EP es fundador de los Heraldos del Evangelio.

Ilustración: Adoración de los Reyes Magos - Stephan Lochner (siglo XVI), catedral de Colonia (Alemania)

Se autoriza su publicación citando la fuente.

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