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jueves, 15 de diciembre de 2022

Comentario al Evangelio IV Domingo de Adviento (Ciclo A) - por Mons. João Clá Dias, EP

Al seleccionar este Evangelio para el último domingo antes de la Natividad del Señor, la Iglesia nos invita a considerar dos criaturas puramente humanas –María y José- a la luz de la Encarnación del Verbo, elevando de este modo nuestros pensamientos hasta el séptimo y más alto plano del orden de la Creación, por encima de los minerales, vegetales, animales, hombres, ángeles, y hasta de la propia gracia. De este elevadísimo plano hipostático, sólo Jesucristo, Hombre-Dios, participa en estado absoluto.

También la Santísima Virgen, a su modo, participa de este orden hipostático *, por haber cooperado de forma moral y libre con la Encarnación, con su fiat, bien como por haber contribuido físicamente con la formación del Cuerpo de Cristo. “Por esta colaboración, María consigue tocar con su propia acción a Dios”, afirma el dominico Fray Bonifacio Llamera. [1]

Ahora bien –según el Padre Bover y varios autores- el propio San José fue unido a este misterio extraordinario, aunque “no físicamente, como la Virgen Madre de Dios, pero sí moral y jurídicamente”. [2] Pues, según afirma el mencionado padre Llamera, además de intervenir en la constitución del orden hipostático por su consentimiento libre y voluntario, él coopera de forma directa e inmediata en la conservación de este mismo orden. [3]

A análoga conclusión llega, bajo un prisma diverso, el padre Garrigou-Lagrange, el cual afirma que la misión de San José, va más allá del orden de la naturaleza, y no solamente humano, sino también angélico. Para destacar mejor su pensamiento, el teólogo dominico levanta una pregunta al respecto de esta misión: “¿Será ella solamente del orden de la gracia, como la San Juan Bautista, el cual prepara las vías de la Salvación; como la misión universal de los Apóstoles en la Iglesia para la santificación de las almas; o la misión particular de los fundadores de las órdenes religiosas?” Y da esta respuesta: “Observando de cerca la cuestión, se ve que la misión de San José sobrepasa hasta el orden de la gracia, y colinda con el orden hipostático constituido por el misterio de Encarnación misma”. [4]

“Dios le pidió a la Virgen –comenta el padre Llamera- su consentimiento para la Encarnación. Ella lo concedió libremente, y en este acto voluntario radica su mayor gloria y mérito”. [5] Pero también al santo Patriarca le fue solicitada su anuencia al virginal matrimonio con María, condición para la Redención; y la Providencia le pidió una heroica aceptación, sin entender, el misterio de la Encarnación: pero él creyó en la inocencia de María a pesar de la evidencia de su embarazo, constatado por sus ojos. Sin duda, fue este “¡fiat!” de San José uno de los mayores actos de virtud jamás practicados en la Tierra.

Se abre ante nuestros ojos, en las puertas de la Navidad, un panorama vastísimo en relación a los tesoros de gracia depositados en el alma del esposo virginal de María y el padre adoptivo de Jesús. Según la piadosa afirmación, “sabemos que algunas almas, por predilección divina, como las de Jeremías y del Bautista, fueron santificadas antes de ver la luz del día. ¿Pero, que diríamos de José? (…)

Monseñor João S. Clá Dias, EP 
[Él] supera los otros santos en dignidad y santidad; somos pues, libres para conjeturar que, aunque no sea consignado en las Escrituras, él debe haber sido santificado antes de su nacimiento y más temprano que los demás, porque todos los Santos Doctores concuerdan en afirmar que no hubo ninguna gracia concedida a cualquier santo, excepto a María, que no haya sido concedida a José. (…) La gran finalidad que Dios tenía en vista al crear a San José, era asociarle al misterio de la Encarnación (…). Ahora bien, para corresponder a tan elevada vocación, la cual, después de la Virgen Madre, fue superior a todas las otras, sea de los ángeles o de los santos, José debería necesariamente haber sido santificado en excelso grado, para ser digno de asumir su posición en el sublime orden de la Unión Hipostática, en el cual Jesús tuvo el primer lugar y María el segundo”. [6]

¿Finalmente, no develará la Teología maravillas insospechadas en la persona de San José, el castísimo jefe de la Sagrada Familia y Patriarca de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana?

[1] LLAMERA, OP, Bonifacio. Teología de San José. Madrid: BAC, 1953, p. 39.

[2] BOVER. De cultu S. Joseph amplificando, p.32. Barcelona: 1928, apud Llamera, op. cit., p.132.

[3] Cf. LLAMERA, op. cit., p.137-138.

[4] GARRIGOU-LAGRANGE, Réginald. La Mère du Sauveur et notre vie intérieure, p.III, c.VII.

[5] LLAMERA, op. cit., p.120.

[6] THOMPSON, Edward Healy. The Life and Glories of Saint Joseph. London: Burns & Oates, 1888, p.41.

*De la hipóstasis o relacionado con ella en tanto que unión de la naturaleza humana y la divina en la persona de Jesús.

Fuente: Monseñor João S. Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen I, Librería Editrice Vaticana.

Monseñor João S. Clá Dias, EP es fundador de los Heraldos del Evangelio.

Se autoriza su publicación citando la fuente.

Ilustración superior: Desposorios de la Santísima Virgen con San José.

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