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viernes, 20 de agosto de 2021

Comentario al Evangelio – Domingo XXI del T.O. (domingo 22 de agosto) por Mons. João Clá Dias, EP


“¿A quién seguiremos, Señor…?”

En un episodio decisivo en el anuncio del Reino de Dios, los discípulos se dividieron entre aquellos que se escandalizaron con las palabras de Jesús y aquellos que, aún sin entenderlas, las aceptaron por un acto de fe.

[…] Jesús pone a prueba a los Apóstoles

67 Entonces, Jesús les dice a los doce: “¿Ustedes también se quieren ir?”

Hay un determinado momento en la caminata hacia el Reino en que se hace necesario, de parte nuestra, una adhesión consciente y explícita.

Jesús, con una delicadeza divina, coloca ante sus Apóstoles el problema. Él comprendía cuanto agrada al hombre el apoyo de sus amistades, pero por otro lado discernía, la firme decisión tomada previamente por ellos de seguirlo, lo que le permitía hacer esta pregunta para hacerles explícita la adhesión a su persona.

La respuesta de Pedro

68 Simón Pedro respondió: “¿A quién seguiremos, Señor? Tú tienes palabras de vida eterna.

Una vez más, San Pedro toma la palabra para, interpretando el deseo de todos, responder al Divino Maestro. Tertuliano afirmará más tarde: “Anima humana naturaliter christiana”. De hecho, consciente o inconscientemente, cuando procuramos obtener bienes que nos traerán la felicidad, es a Cristo a quien buscamos. Nadie, como Él, tiene palabras de vida eterna. A este propósito comenta San Agustín que, de forma implícita, Pedro pide a Jesús para concederles otro Él mismo, en la eventualidad de separarse de ellos.

Un bello ejemplo para nosotros, según San Juan Crisóstomo, si vemos nuestros hermanos abandonar la fe. Aunque restemos pocos o quedemos solos, debemos permanecer en la plena fidelidad, pues ¿quién o qué nos dará la felicidad sin Cristo?

69 Nosotros creemos firmemente y reconocemos que tú eres el Santo de Dios”.

San Agustín destaca que Pedro, primeramente manifiesta su creencia (“cree”), para luego decir que, por causa de ella, entienda (“sabe”). Según el Obispo de Hipona, si fuese al contrario, no conocería y ni creería (20).

Esta declaración de Pedro es una síntesis de nuestra fe: “Jesucristo es el Hijo de Dios vivo” y, evidentemente aceptando lo que Él enseña, se llega a la plenitud de esta virtud.

V – La virtud de la obediencia

Siendo Dios el Señor de toda la Creación, los seres inteligentes –ángeles y hombres- tienen la obligación de reconocer, amar y servir este señorío. Los inanimados así proceden físicamente, y los irracionales, de forma instintiva. Él es Señor de todas nuestras facultades y, sobre todo, de nuestro entendimiento y voluntad.

Por eso San Juan de la Cruz ha dicho que en el atardecer de esta vida seremos juzgados según el amor, porque estamos obligados a querer lo que Dios desea que queramos (21).

Monseñor Joao Clá Dias, EP

Ahora bien, en el orden del universo se incluye la voluntad del hombre que, libremente, debe estar en armonía con la de Dios por la virtud de la obediencia (22). Esta última no es una virtud superior a las teologales: Fe, Esperanza y Caridad. No obstante, es un medio rápido para unirnos a Dios y ser agradecidísimos a Él. A través de ella hacemos una entrega en sus adorables manos con más valor si hiciésemos cualquier sacrificio (23): “Aquel que dice conocerlo y no guarda sus mandamientos, es mentiroso (…) Pero quien guarda su palabra, en éste el amor de Dios es verdaderamente perfecto. Ni sufrir el martirio, ni distribuir a los pobres todos los bienes, tiene algún mérito, si no se ordenan al cumplimiento de la voluntad divina” (24).

Allí está bien enfocada la invitación a la práctica de la obediencia que se nos hace en la Liturgia de este XXI Domingo del Tiempo Ordinario: en la primera Lectura, con las palabras de Josué: "En cuanto a mí y mi familia, serviremos al Señor" (Js 24, 15), obteniendo del pueblo la respuesta: "También serviremos al Señor, porque Él es nuestro Dios" (24,18); también en la epístola de Pablo: “Someteos unos a otros, en el temor de Cristo (…) Cristo también es la cabeza de la Iglesia, su Cuerpo (…) como la Iglesia se somete a Cristo (…) como Cristo también amó la Iglesia y se entregó por ella” (Ef 5, 21-25); y sobre todo en el Evangelio, a propósito de la fe, causándonos perplejidad aquella apostasía de “muchos discípulos”, que se negaron a creer y, en consecuencia, a obedecer.

Excelente ocasión de un examen de conciencia para quien vive en nuestra época, que debe preguntarse: ¿Cuál es el grado de fe y sumisión a Dios, a la Iglesia y al Evangelio, del hombre de los tiempos actuales?

20) Biblia Comentada, BAC, Madrid, 1964, v. II, p. 272.

21)  Cfr. Suma Teológica II-II, q. 104 a.4 ad 3.

22)  Id. a. 1 e 4.

23)  Id. a. 3 ad 1.

24)  Id. a. 3.

Fuente: Comentário ao Evangelho 21º domingo do Tempo Comum – Jo 6,60-69 – Ano B

[Monseñor João Scognamiglio Clá Dias, EP es fundador de los Heraldos del Evangelio]

Se autoriza su publicación citando la fuente.

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