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jueves, 26 de agosto de 2021

Comentario al Evangelio – Domingo XXII del T.O. (domingo 29 de agosto) por Mons. João S. Clá Dias, EP

 
¿Dónde está mi corazón?

Ante la hipocresía farisaica, el Divino Maestro demuestra que el hombre no se define por las exterioridades, sino por las intenciones nacidas del corazón. […]

El horrible defecto de la hipocresía

Por este motivo Jesús se levantó contra los fariseos y los recriminó, aplicándoles la frase de Isaías: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. De nada sirve el culto que me rinden, pues las doctrinas que enseñan son apenas preceptos humanos”. O sea, era meramente humano el empeño de ellos en observar, de forma meticulosa, una serie de reglas externas. Aunque actuasen así por una supuesta razón religiosa y alabasen al Señor con sus labios, sus corazones estaban lejos de Él. Se equivocaban, por tanto, al practicar la devoción de las apariencias, bastando aquellas abluciones para que se sintiesen y se juzgasen libres de toda impureza, sin preocuparse por los vicios que manchaban su alma. Mientras guardaban en su corazón todo lo que Jesús enumerará a continuación - “malas intenciones, inmoralidades, robos, asesinatos, adulterios, ambiciones irracionales, malas acciones”, entre otros - apoyaban la idea de que el interior del hombre - especialmente si fuera un fariseo - en sí mismo era puro, y se suponía que debían encontrar tranquilidad de conciencia en las exterioridades y la solución para encubrir estas fallas espirituales. ¡Es por eso que el título principal que recibieron del Salvador fue el de “hipócritas”! 

La hipocresía es un defecto horrible –¡mucho más común de lo que pensamos!-, por lo cual hay una contradicción entre los dichos y las actitudes de una persona y aquello que ella piensa o desea. El hipócrita se parece con el “padre de la mentira” (Juan 8, 44), porque éste es justamente el modo de ser del demonio: se presenta con palabras atrayentes, dando la impresión de querer hacer el bien, pero sus intenciones son pésimas. Aunque no conste en el Evangelio de este domingo, los versículos 9 a 13 hacen aún más comprensible esta enseñanza del Divino Maestro: “En realidad, invalidáis el Mandamiento de Dios para establecer vuestra tradición” (Mc 7, 9). De hecho, los fariseos incluso transformaron estas normas, que deberían apuntar a lo sobrenatural, en una especie de idolatría. Arrancaron los auténticos preceptos morales y crearon su propia religión, diferente a la verdadera, totalmente desprovista de cuño religioso y separada de Dios, porque estaba basada en dictados mundanos, determinados por la vida social de la época. Deificaron la ley humana; ¡Desacralizaron y humanizaron la Ley divina!

Mons. Joao Clá Dias, EP

Entonces Jesús citó un ejemplo (cf. Mc 7, 10-13) para mostrar cómo desvirtuaron la Ley, vaciando su contenido y falseando las costumbres basadas en ella: los fariseos, por ser codiciosos, recurrieron a una estratagema para conservar el dinero que, según el Cuarto Mandamiento del Decálogo, todo niño tiene la obligación de utilizar para ayudar a sus padres en la vejez, contribuyendo a su sustento. En lugar de dar a los padres la cantidad necesaria para su sustento, los fariseos la consagraban como ofrenda a Dios y se consideraron libres de ese deber filial. […]

¿Cómo es mi interior?

La Liturgia de este 22º Domingo del Tiempo Ordinario se resume en el siguiente problema: ¿Dónde está mi corazón? ¿Será qué mis labios alaban a Dios, pero mi interior está fuera de la Ley? ¿Con qué frecuencia prefiero estar en línea con el mundo y en oposición a Nuestro Señor Jesucristo? ¿Pongo a Dios en el centro de mi vida o me pongo a mí mismo?

Todas nuestras acciones se correlacionan con nuestro destino eterno y con nuestra vocación sobrenatural; por eso se nos invita a ser íntegros ante Dios, amándolo, respetando sus leyes con espíritu elevado, fervorosos en relación a la práctica de la santidad. ¡Pidamos a la Santísima Virgen que nos obtenga gracias extraordinarias para que nuestros corazones se enciendan y los labios desborden de lo que canta y proclama el corazón!

Fuente: Comentário ao Evangelho XXII Domingo do Tempo Comum – Ano B - por Mons. João Clá Dias

[Monseñor João Scognamiglio Clá Dias, EP es fundador de los Heraldos del Evangelio]

Se autoriza su publicación citando la fuente.

Ilustración superior: Nuestro Señor Jesucristo recrimina a los fariseos.

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