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sábado, 27 de julio de 2024

Comentario al Evangelio – Domingo XVII del T.O. (Ciclo B) por Mons. João S. Clá Dias, EP

 

Los panes más excelentes de la Historia

“Nada de grande se hace de repente”, dice un proverbio latino. El más excelso de todos los sacramentos, la Eucaristía, sería precedido por las bellas prefiguras, en una larga preparación de la humanidad a través de los siglos. En el Antiguo Testamento, una de las más expresivas fue el maná caído del cielo para los hebreos, durante los cuarenta años de travesía por el desierto, en busca de la tierra prometida.

En el Evangelio de este domingo, vemos al Divino Maestro multiplicar los panes para hacer patente su imperio sobre ese alimento. Inmediatamente, Él caminará sobre las aguas en un mar encrespado, con el fin de dejar evidente cuánto dominaba su propio cuerpo. Así, los presupuestos para la institución de la Eucaristía se fijaron en quienes le seguían, especialmente en las almas de los Apóstoles.

Por otra parte, el rico sabor y la buena calidad de los panes y peces distribuidos por Jesús, dejaron a la multitud ansiosa por comerlos nuevamente. Y cuando Jesús dijo a aquellos beneficiados por el milagro: “Moisés no os dio el pan del Cielo (…) el pan que baja del Cielo y da la vida al mundo”, ellos luego le pidieron: “¡Señor, dadnos siempre de este pan!”.

La didáctica de Jesús es insuperable, iluminando así la inteligencia de sus discípulos, tocando sus corazones y moviendo sus voluntades hacia un ardiente deseo por la Eucaristía. Método perfecto, tal cual lo recomienda Santo Tomás de Aquino.

Después de eso, con autoridad soberana y divina unción, Él declara: “Yo soy el Pan de Vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Este es el Pan bajado del Cielo para que quien lo coma, no muera. Soy el Pan vivo bajado del Cielo. Quien coma de este Pan vivirá eternamente; y el Pan que yo daré es mi carne para la salvación del mundo”.

¿Quién más podría unir la autoridad grandiosa a la total sencillez? Con mucha propiedad, se expresa Bossuet sobre este aspecto de Jesús: “¿Quién no admiraría la condescendencia con que ameniza la elevación de su doctrina? Es leche para los niños y, al mismo tiempo, pan para los fuertes. Lo vemos lleno de los misterios de Dios, pero vemos que no está sujeto como los otros mortales a quienes Dios se comunica: habla de ello naturalmente, como si hubiera nacido en ese secreto y en esa gloria; y lo que Él tiene sin medida (Juan III, 34), Él lo da con mesura, para que nuestra debilidad pueda sobrellevarlo”.

Por esto, importa convencernos en que nos dejemos conducir por las enseñanzas de Jesús, pues Él no quiere sino nuestra felicidad eterna y con prodigalidad: “¡Yo vine para que tengan vida, y la tengan abundantemente!”.

Fuente: Monseñor João S. Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen II, Librería Editríce Vaticana.

Monseñor João S. Clá Dias, EP es fundador de los Heraldos del Evangelio.

Se autoriza su publicación citando la fuente.

Ilustración: el milagro de la multiplicación de los panes, óleo de Gianni Lanfranca.

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