Cierta vez, San Francisco de Sales (imagen superior), ya siendo obispo de Ginebra, se encontró con un noble que le dijo las mayores ofensas, a las cuales nada respondió, guardando un silencio lleno de dulzura y serenidad. Luego de sucedida esta lamentable escena, un sacerdote que la presenció le preguntó a San Francisco por qué no respondió con firmeza al insolente. “Mi padre” –respondió el santo- “hice un pacto con mi lengua, por el cual se callará mientras mi corazón esté agitado y no replicará jamás ninguna palabra capaz de provocarme cólera”. 1 Como era su persona que estaba en juego, él controló el amor propio y se mantuvo impasible. Días después, el culpado, conmovido con la caridad del obispo, vino en lágrimas a pedirle perdón. 2 ¡Es así que debemos ser!
De esto también dio ejemplo el
Prof. Plinio Corrêa de Oliveira –gran admirador de San Francisco de Sales-, con
quien el autor de estos comentarios convivió casi cuarenta años. Él se mantenía
permanentemente en el espíritu del Evangelio, aún delante de sufrimientos
causados por personas cercanas. Debido a la restricción de algunos de sus
movimientos, por causa de un grave accidente automovilístico, necesitaba del
auxilio de terceros en la vida cotidiana para movilizarse. Su entero
desprendimiento lo llevaba a ni siquiera escoger las ropas que usaría durante
el día. A veces la elección inadecuada de la ropa lo llevaba a usar un traje
liviano en un día frío, un traje de invierno en época de calor, lo que él
aceptaba, enfrentando las incomodidades sin quejarse jamás.
No era raro, cuando alguien le
pedía un encuentro, que él no determinase el lugar de la reunión, sino que
pidiese preguntarle a la persona dónde le gustaría reunirse. En cierta ocasión,
el Prof. Plinio recibió en su residencia, a las seis de la tarde, a algunos
visitantes llegados del exterior, y éstos quedaron tan entretenidos y
encantados en la conversa con el anfitrión que a las 11 de la noche aún no se
habían retirado. En ningún momento el Prof. Plinio les daba a entender lo
avanzado de la hora, pues si no estaba comprometida la Causa Católica, él con
gran mansedumbre y cordura, procuraba adaptarse a los otros, haciendo la
voluntad de ellos.
Al admirar tales hechos, no
podemos olvidar que el verdadero heroísmo de la virtud es inseparable de la
entrega completa en las manos de Dios, teniendo conciencia de que cualquier
acto bueno viene de la gracia, y no de la naturaleza humana. ¡Nosotros también
somos llamados a seguir este camino: ser perfectos como lo desea el Padre
celestial, cuyo auxilio para tal no nos ha de faltar! ◊
Fuente: Monseñor João
S. Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre
los Evangelios” Volumen I, Librería Editrice Vaticana.
1) HAMON, André-Jean-Marie. Vie
de Saint François de Sales, Evêque et prince de Genève. Paris: Jacques Lecoffre
et Cie, 1858, t.II, p.161.
2) Cf. Idem, p.295-296.
Monseñor João S. Clá Dias, EP es fundador de los Heraldos del Evangelio.
Se autoriza su publicación citando la fuente.
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