"Por la fe en el amor que recibimos,
realizaremos maravillas"
El Evangelio de este 5° Domingo de Pascua nos llama a la confianza inquebrantable en el amor de Jesús por nosotros, capaz de establecer orden y tranquilidad en nuestros corazones, disipando todas las angustias.
Si nuestra fe en Él
es robusta, nuestra inteligencia se dilatará, nuestro amor se fortalecerá y
viviremos en la obediencia a Dios y en la disposición de servirlo hasta el
holocausto. Si tenemos, sobre todo, el alma impregnada de admiración, el Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo estarán presentes en nosotros, y entonces podremos
decir como San Pablo: “Yo vivo, pero ya no soy yo: es Cristo que vive en mi”
(Gal 2,20).
La Providencia quiso
reservar gracias especiales e inéditas para este período de la Historia en la
cual nacimos. A pesar de nuestras flaquezas e insuficiencias, Dios nos
utilizará como instrumentos para realizar sus maravillas, y de esto debemos
compenetrarnos. Si nos atemoriza la idea de ser pocos, en relación al mundo
entero que le da las espaldas a Él, recordemos que la eficacia de nuestra
acción no es una cuestión de número, sino de convicción en el poder del Padre.
Así procedió la Santísima Virgen al pronunciar las palabras que dieron un nuevo
rumbo a la humanidad: “Hágase en mí, según tu palabra” (Lc 1, 38).
Confiemos en el inminente triunfo de María Santísima, la “puerta abierta que nadie puede cerrar” (Ap 3, 8), la cual dará acceso a la era histórica en que todas las naciones reconocerán a Nuestro Señor Jesucristo como el Camino, la Verdad y la Vida. ◊
Fuente: Monseñor João S. Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre
los Evangelios” Volumen I, Librería Editrice Vaticana.
Monseñor João S. Clá Dias, EP es fundador de los Heraldos del Evangelio.
Se autoriza su publicación citando la fuente.
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Evangelio del Domingo V de Pascua de la Resurrección del Señor según san Juan (14,1-12):
EN
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No
se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi
Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos
un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para
que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el
camino»
Tomás le dice:
«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»
Jesús le responde:
«Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me
conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo
habéis visto»
Felipe le dice:
«Señor, muéstranos al Padre y nos basta»
Jesús le replica:
«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto
a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo
estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta
propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo
estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que
yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre».
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