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jueves, 28 de octubre de 2021

Comentario al Evangelio Domingo XXXI del T. O. -Ciclo B- (domingo 31 de octubre) por Mons. João Clá Dias, EP

¿Qué es más importante: amar a Dios o conocerlo? ¿Para salvarnos basta la inteligencia? ¿O, al contrario, el amor excluye la aplicación de la inteligencia?

Algunas técnicas de caída libre tienen semejanzas con la vida espiritual.

[…] ¿Conocer o amar?

Santo Tomás [16] demuestra que la inteligencia y la voluntad tienen movimientos contrarios: mientras la primera trae hacia sí el objeto conocido, la segunda vuela rumbo a la cosa amada. Al entender algo inferior a nosotros mismos, le damos un valor mayor al que en realidad tiene. Por ejemplo, cuando analizamos una vaquita de San Antonio y notamos las relaciones entre ella, el orden del universo y Dios, y desarrollamos una filosofía sobre ella, atribuyéndole cualidades que, absolutamente hablando, puede que no posea, la vaquita de San Antonio se enriquece en nuestra mente. Por el contrario, al intentar comprender qué es superior a nosotros, -un santo varón, un personaje lleno de sabiduría...-, terminamos por menospreciarlo, para que quepa en nuestro intelecto.

Vaquita de San Antonio.

La voluntad por su parte, realiza la trayectoria inversa y se inclina hasta el objeto tal cual es, tratándose de algo menor que nosotros, ella se empobrece; sin embargo ante algo que es más elevado, ella se dilata. Sobre todo si amamos a la Santísima Virgen y a Dios, nuestra voluntad toma proporciones extraordinarias. He aquí el secreto de la fuerza de los grandes hombres, capaces de actos sublimes y de heroísmo: ellos aman verdaderamente.

El amor es lo más importante, pero no desdeñemos la inteligencia

¡Conocimiento es amor! Dos alas que necesitan estar bien ajustadas y cultivadas para alzar vuelo en el firmamento de la santidad. De acuerdo con las reglas del paracaidismo, en la caída libre es indispensable mantener los brazos abiertos y firmes, a fin de obtener estabilidad, pues basta cerrar uno de los dos miembros para que el cuerpo gire y pierda el equilibrio. Tal es lo que sucede en la vida espiritual cuando intentamos volar solamente con un ala.

Todos tenemos la obligación de estudiar y llevar la inteligencia hasta donde alcanza, según la medida de cada uno. Este compromiso, sin embargo, tiene que ser acompañado por un amor a Dios de todo corazón, de toda el alma, de toda la mente y con toda la fuerza, adecuando la vida a la doctrina aprendida y procurando al máximo ejercitarnos en la virtud.

Para un católico, los Mandamientos son una escalera mecánica, cuyos diez escalones lo conducen a la perfección, con amor.

Ahora bien, esto sólo es posible con el impulso de la gracia, con la asistencia de Nuestro Señor Jesucristo y en unión con María Santísima. En ellos está nuestra fuerza, en Él debemos poner nuestra seguridad, en Él encontraremos los elementos y el equilibrio necesario para entender y para amar.

¡Tengamos una correspondencia llena de luz y de sustancia para dar a ellos toda la gloria, el honor y la alabanza que merecen!

[16] Cf. SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica. II-II, q.23, a.6, ad 1; I, q.108, a.6, ad 3

Fuente: Mons. João Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen II, Librería Editrice Vaticana.

[Monseñor João Clá Dias es fundador de los Heraldos del Evangelio]

Se autoriza su publicación citando la fuente.
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