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viernes, 25 de junio de 2021

Comentario al Evangelio – Domingo XIII del T. O. (domingo 27 de junio) por Mons. João S. Clá Dias, EP


 Imagine si hoy Jesús entrase en los hospitales modernos, en las CTI y viese todos aquellos enfermos en sus camas. ¿Qué diría Jesús al ver las angustias y la desesperación de aquellos enfermos?

¡Basta tener fe!
Al operar la curación milagrosa de la hemorroísa [*] y la resurrección de la hija de Jairo, Jesús nos enseña que se conceden grandes gracias a los que tienen más fe.

[…] Amor humano de magnitud infinita

Por causa de la culpa original y de los pecados actuales, las puertas del Cielo estaban cerradas para nosotros y merecíamos la muerte eterna. Sin embargo, el Verbo, encarnado, experimenta en su humanidad sentimientos de inmensa compasión hacia nosotros. ¿En cuántas ocasiones, al ver a un ser querido partir de este mundo, no desearíamos haber muerto en su lugar? Ahora bien, Nuestro Señor Jesucristo nos amó tanto que se dio a sí mismo por nosotros y nos redimió con su sacrificio, dándonos acceso a la vida verdadera. Meditar en esta maravilla nos proporciona un beneficio monumental, porque con frecuencia somos asaltados por aflicciones, tentaciones, miedo, y a veces incurrimos en delitos funestos; pero si Nuestro Señor cura, resucita y perdona, Él tiene poder para aminorar nuestros problemas y levantarnos de cualquier caída. ¿Qué es necesario de nuestra parte? “¡Basta tener fe!”

La hemorroísa, figura del pecador que aún tiene fe

En este sentido, la hemorroísa, que “empeoraba cada vez más”, es imagen de aquel que, privado del flujo vital de la gracia y de la energía sobrenatural, después de cometer una falta grave, va detrás de falsos remedios y busca la felicidad donde ella no está, uniéndose a malas amistades y optando por ciertos relacionamientos que lo desvían del buen camino. Y cuanto más se esfuerza por satisfacer sus antojos, más se agota y se aleja de lo que busca engañosamente; el brillo de la inteligencia y la fuerza de voluntad disminuyen; el dinamismo del alma se debilita. Perdidas las virtudes y los dones, por el pecado, les resta apenas un remanente de esperanza y un “tendón” de fe. A medida que reincide en nuevas transgresiones, éstos también van apagándose poco a poco.

Los grandes beneficios del Sacramento de la Penitencia.

Para evitar que esto suceda es indispensable que, si caemos, nos arrepintamos y digamos suplicantes: “Señor, yo merezco todos los castigos y, quizá, el infierno. Pero pido perdón de mis crímenes con fe ardorosa en vuestro poder”. Tengamos confianza que Jesús siempre está dispuesto a curarnos, no sólo de los males físicos, pero sobre todo de los morales, restaurándonos en el alma la inocencia, como restituyó la salud a la hemorroísa. Hasta tal punto se preocupa en dinamizar el alma, más que el cuerpo, que Él no dio a la Iglesia algo al estilo de un cajero automático para curar enfermedades, en el que los enfermos se arrodillan y salen restablecidos. Instituyó sí, el sacramento de la Penitencia o Reconciliación, con el cual no contaron los eminentes varones del Antiguo Testamento. En aquel entonces, nadie podía recurrir a un sacerdote para acusarse de sus faltas y ser absuelto, con la certeza de quedar limpio de toda culpa. ¡Qué gran don el Divino Redentor puso a nuestro alcance!

¡Nosotros tenemos la Eucaristía!

Siguiendo el ejemplo de los protagonistas del pasaje del Evangelio de este 13° Domingo del Tiempo Ordinario, aproximémonos a Nuestro Señor y Él nos prodigará sus favoreces. En el sacramento de la Eucaristía, más que estrechar la mano que levantó a la niña [la hija de Jairo] de su lecho de muerte o tocar el manto cuyo toque devolvió la salud a la mujer, cada uno de nosotros recibe a Jesús en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. ¿Si Él se da por entero a nosotros, no habrá de curarnos las miserias, solucionar las dificultades espirituales, inclusive suplir las carencias materiales? ¡Roguemos a Jesús, por intercesión de María, una fe mayor que la de la hemorroísa y la de Jairo, para beneficiarnos de todos los tesoros que en su misericordia Él quiere concedernos!

[*Hemorroísa: es una mujer con desarreglo menstrual. En los tiempos de Jesús esta enfermedad era considerada vergonzante.]

Trechos extraídos del texto original en portugués: Excertos do livro “O inédito sobre os Evangelhos” de autoria do Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP

Ilustración principal: La resurrección de la hija de Jairo.

[Monseñor João S. Clá Dias, EP es fundador de los Heraldos del Evangelio]

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