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viernes, 1 de mayo de 2020

Comentario al Evangelio – Domingo IV de Pascua (domingo 3 de mayo) por Mons. Joao S. Clá Dias, EP


[…] El Buen Pastor ama hasta a las ovejas miserables.

Es posible que nuestro examen de conciencia nos acuse de alguna vez haber adherido a los ladrones. Recordemos entonces, que Jesús ama tanto a sus ovejas que Él desea darles la vida, a pesar de ser miserables. Y una vida tan exuberante que supera la muerte merecida por el pecado de nuestros primeros padres y por nuestros propios pecados: “Donde abundó el pecado, superabundó la gracia” (Rm 5, 20).  Si queremos ser grandes en la santidad, reconozcamos nuestra incapacidad, para practicar la virtud y, atribuyendo a Dios todo el bien que hacemos, ofrezcámosle, confiados nuestra debilidad, porque el Buen Pastor se utiliza de ello para manifestar su poder, como Él afirmó a San Pablo: “es en la fragilidad que se revela totalmente mi fuerza” (II Cor 12, 9).

"El Buen Pastor da la vida por sus ovejas"

La principal lección que debemos sacar de este 4° Domingo de Pascua es que Jesús tiene por nosotros un cariño que supera todos los afectos existentes en la faz de la Tierra. Él es tan supremamente nuestro Pastor que escogió sufrir los tormentos del Calvario para salvarnos. ¡Señal de que nos ama hasta un límite inimaginable! Él anhela nuestra santidad y nos cuida, como dice el salmo responsorial (cf. Sl 22, 1.2c): “El Señor es el Pastor que me conduce, nada me faltará”. Él es dueño de todos nosotros, ovejas que el Padre le entregó y, desde que no queramos separarnos, no permitirá que seamos arrancados de sus manos.

Por esto, tengamos total confianza en Él al aproximarnos de la Confesión, seguros que Él perdonará nuestros pecados, si estamos arrepentidos. Pero, sobre todo, sepamos buscarlo en la Eucaristía, donde Él se ofrece en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad y nos prepara para recibir la vida en plenitud. Esto se dará cuando pasemos por la Puerta del corral y entremos en el Cielo, donde veremos a Dios cara a cara. Allí estaremos en la alegría del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, en una gloriosa participación en esa familia, que es la Santísima Trinidad, junto con la Virgen Santísima, los ángeles y los bienaventurados.

(CLÁ DIAS EP, Mons. Joao S. In: “Lo inédito sobre los Evangelios” Vol. I Editrice Vaticana).

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